«Está claro, entonces, que si existiera la inmortalidad Manuel González Prada seguiría transitando esa evolución teórico-libertaria en forma autocrítica, tan conocida en él. Emprendería nuevos caminos críticos pero de ruptura y cuestionaría aquello que hace pervivir este statu quo. Quizá comprendería a cabalidad el porqué de nuestra negativa a llamarlo don Manuel, pues sonaría muy lejano y propio de quienes solo quieren almidonarlo en una biblioteca o en un panteón. De seguro preferiría que lo llamemos solamente Prada, el compañero Prada, como sabemos quienes conocemos algo de sus preferencias. De hecho que seguiría sorprendiéndonos con su prosa en alguna hoja o algún periódico de esos de corto tiraje, pero de gran coraje. En aquellos periódicos anarquistas o panfletos (tan míticos los de ayer) que lo acogieron y que siempre terminaban como hojas perdidas, de gran valor pero perdidas, que acusaban un compromiso directo a favor de la revolución social». (Lutxo Rodríguez)