Si miras al cielo y recuerdas a quien te debes, te será más evidente, dejar de lanzar el tiempo al vacío, porque es un regalo y nos permite la oportunidad de proceder en tierras de paso, según las enseñanzas divinas para el bien común. Y quien vive con fe, oración, espíritu fuerte y comprometido para aprender, dar y servir, experimenta todo tipo de rutas; unas durísimas, que causan congoja, miedo y dolor profundo y otras, inesperadas, hermosas, inexplicables. Y sin embargo, vale la pena seguir siendo limpio y transparente aún en momentos donde todo parece oscuro, porque las pruebas para el alma, la ennoblecen y la hacen luminosa. Nada somos sin la mano divina, nada. Por tanto, reconocer que la felicidad consiste en aceptar esencias, no coludirse con el mal ni lo incorrecto y todo el amor del mundo para dar donde corresponde, se ha de notar que eso que llaman “milagros” y “bendiciones”, son los brazos protectores de Dios y sus enviados para sostenernos y también, regalarnos lo que considere merecemos.
"Un libro interesante."