A raíz de un sueño anunciador de muerte, el médico jubilado José Santaella (México, 1925-1999) rememora hitos vitales que se entremezclan con la negrura de su depresión anímica, el dogma de la Trinidad, y las autopsias de dos guerrilleros del EZLN en la morgue de Santo Domingo Tehuantepec, cuyo forense titular es el licenci ado Amado Carrillo. La melancolía le empuja a un suicidio plácido con morfina en la mo