Gracias a la oración comunitaria de los Salmos, la conciencia cristiana ha recordado y comprendido que es imposible dirigirse al Dios que habita en los cielos sin una auténtica comunión de vida con los hermanos y hermanasque viven en la tierra. Este tomo se centra en los Salmos de lamentación y súplica.Dedicatoria: a mi MadreIntroducciónSalmo 51: Yo reconozco mi culpaSalmo 52: El amor de Dios dura por siempreSalmo 54: El Señor me sostieneSalmo 55: He puesto en ti mi confianzaSalmo 56: En Dios confío y no temoSalmo 57: En Yahvé me cobijoSalmo 58: Hay un Dios que hace justiciaSalmo 59: Dios mío, líbrame de mis enemigosSalmo 60: Con Dios haremos proezasSalmo 61: Te invoco desde el confín de la tierraSalmo 62: Sólo en Dios descansa mi almaSalmo 63: Mi alma está sedienta de tiSalmo 64: Protege mi vida del enemigoSalmo 65: Tú mereces un himno en SiónSalmo 66: Qué admirables son tus obrasSalmo 67: Que todos los pueblos te alabenSalmo 68: Nuestro Dios es un Dios que salvaSalmo 69: Con el agua al cuelloSalmo 71: No me abandones ahora que soy viejoSalmo 72: Que defienda a los pobresSalmo 73: Mi felicidad es estar siempre junto a DiosSalmo 74: Acuérdate de tu comunidadSalmo 75: Dios Juez SupremoBibliografíaÍndice