Escribir o hablar en nombre del más reciente libro de Andrés Ajens, Cúmulo lúcumo (2017), es de por sí una manera de atravesar el secreto de su vórtice. Este es un libro importante, sin duda necesario, y es así que lo celebramos en cuanto hazaña del lenguaje en el umbral. Toda la obra poética de Ajens habita bajo el signo de la derrota, o al menos de la no-victoria, al decir de un mutuo amigo y pensador contemporáneo [1]. De alguna manera, este comentario no busca decir algo sobre Ajens, en la m