En el año 9 DC las legiones XVII, XVIII y XIX del ejército romano del Rín desaparecieron como si se las hubiera tragado la tierra. Pero no fue la tierra quien se las tragó, sino los impenetrables bosque de Germania. Sobre aquella alfrombra verde quedaron tendidos los cuerpos de cerca de veinte mil soldados de Roma, incluido el de su comandante en jefe. Los responsables fueron los quieruscos de Arminio, un antiguo aliado de los romanos, que condujo al ejército de Publio Quintilio Vario a una masacre como nunca antes había sufrido el Imperio Romano.