Sus dos obras, el Diálogo de Lactancio y un Arcediano, más conocido como Diálogo de las cosas ocurridas en Roma; y el Diálogo de Mercurio y Carón, son discursos en los que defiende la política del emperador Carlos V y ensalza el pensamiento erasmista (erasmismo) antes de que esta corriente pase a ser censurada en el medio siglo siguiente. Son alegatos políticos que incluyen numerosos documentos de la cancillería imperial. Su ideal cristiano y erasmista abarca todos los aspectos de la vida, todas las jerarquías y todos los estados de la sociedad. La lectura del Diálogo de las cosas acaecidas en Roma es altamente instructiva ya que revela con claridad algunas de las principales claves históricas de España y Europa durante las primeras décadas del siglo XVI. Deforma obligada, el Diálogo nos induce a revisar diversos sucesos de inconmensurable importancia relativos a la Reforma de la Iglesia, de la mano de Erasmo y de sus valedores; con ella, e indisolublemente ligada, queda la causa del Imperio, frente a sus enemigos todos, ya sea la Curia Romana (a la que se zahiere en el cuerpo de este diálogo de Alfonso de Valdés), el poderoso Rey de Francia (una figura que, en todo momento, queda en el trasfondo) o el temible turco (agazapado en este texto como en la conciencia de cualquier europeo de aquellos años, alarmado por su hegemonía en el Mediterráneo y sobre todo por su reciente penetración hasta el corazón de Europa, pues alcanzaron a la misma ciudad de Viena).