La sabiduría popular ha sabido definir perfectamente en épocas pasadas la idiosincrasia del hacer del docente con la típica frase «cada maestrillo tiene su librillo». Esta frase todavía está presente en el subconsciente colectivo pero, afortunadamente, ha ido perdiendo sentido y actualidad. En este siglo que dicen se va a caracterizar por las comunicaciones y en el que es posible mantener una conversación a «tiempo real» simultáneamente con varias personas que se encuentran a miles de kilómetros, o participar en una investigación común con un equipo de otro país, ¿cómo no vamos a poder entendernos con los colegas con los que nos cruzamos a diario en los pasillos del centro donde trabajamos? Hay varias hipótesis que intentan explicar cómo se estructurará la escuela en el futuro y todas ellas coinciden en lo mismo: la necesidad de la existencia del equipo, del trabajo cooperativo de los y las docentes.