Quise incorporarme y entonces un agudo dolor casi me tumba otra vez. Miré mi brazo derecho y era un amasijo de carne y astillas. La sangre fluía ya muy lentamente desde el codo hacia los dedos, verdecinos, y, por la parte de atrás del antebrazo, estaba seca como el suelo. A la altura del bíceps tenía hecho un tornique te, En ese instante me llegó la voz del cabo Tobaruela "todo se ha perdido mi Capitán, meno