Cuando su marido la abandonó, Rosemary se dio cuenta de que sólo el miedo había sido desde la cuna su compañero leal. Miedo a un padre con la severidad propia del militar y a una madre incapaz de ser tierna. Miedo a los rostros y voces que poblaban las noches de su niñez, a las extrañas percepciones que la estremecían, a todo cuanto la acercara a su abuela Eliza. No fue fácil para ella aceptar que poseía un don de comunicación con los espíritus. Ahora, Rosemary Altea nos enseña que la vida cotidiana no es el único plano de la existencia y muestra otro mundo de bondad infinita. En ese misterioso mundo halla a Águila Gris, guía espiritual, compañero inquebrantable y mentor que nos habla a través de ella con palabras cargadas de luz, revelándonos la naturaleza de los ángeles guardianes, la vida después de la muerte y el amor que lo impregna todo.