Cucurto llegó a la internacionalización del sentimiento con estas aventuras de un criollo en Germania, que podrían ser también un manual de cómo vivir sin trabajar: cansado de Constitución, el alter ego eterno de Washington Cucurto se muda, a través de una beca, a unas zonas más frías y electrónicas. Pero nuestro héroe no ha perdido sus mañas, sigue sediento y hambriento de comida y sexo, de arte y experiencia; a su ojo avizor no se le escapa ninguna oportunidad y se transforma en el terror de las niñas neonazis de Berlín. De todos modos, porteño o quilmeño como es, no puede evitar que se le trasluzca cierta melancolía nacional: el idioma está lejos, ¿pero no estuvo siempre lejos el castellano de Washington Cucurto? ¿En su mezcolanza latinoamericanista y erudita, no hubo siempre una nostalgia por una infancia sexual y desasida, donde, como en el Edén, todo fuera gratis y se diera solo por amor? En El amor es más que una novela de 500 páginas Cucurto vuelve a las fuentes del impulso que lo convirtió en uno de los narradores más originales y salvajes de la literatura latinoamericana. Ninguno de los seducidos por su carácter genuino se verá decepcionado, y -creemos- muchos de los que desconfiaban de tanto desparpajo tendrán que ceder ante la conquista de Europa por la negrada del matadero.'