Espejos, cuadros dentro de cuadros, equívocos que miran a los ojos del espectador…, así, a modo de la técnica empleada en Las Meninas, una llamada telefónica a medianoche, realizada por un seudónimo literario femenino, Julia Alvarado, sirve como aldabonazo para trazar las líneas de esta obra en la que, al mismo tiempo que el autor va ajustando el armazón de la novela, de acusado componente lírico, uno de sus personajes protagonistas, Marcos, un policía discreto y eficaz, profundamente imaginativo, se enfrenta al reto de componer su primera ficción narrativa, mostrándonos las dificultades a las que nos enfrentamos todos los escritores. Por este juego de espejos (literatura dentro de la literatura) van desfilando distintas situaciones: un viaje por la memoria, acompañando a los tres primeros astronautas que llegaron a la Luna; gánsteres de dudosa moralidad a la orden del más importante de todos ellos, Glendor, especializado en distribuir abundantes racimos de plomo entre los integrantes de las bandas rivales y dueño de los Grandes Almacenes de su mismo nombre; V, una ciudad de la costa oeste americana, que se va confundiendo con las tripas de Glendor; infidelidades amorosas; el brazo gangrenoso de la ley; una pistola y un cadáver aprisionado entre un cordón de rocas en el agua… Novela ágil, sólida, escrita con un riguroso estilo literario, en el que la poesía ilumina y reconforta muchos pasajes, El cuarto hombre nos demuestra que nuestra percepción de la realidad es, en muchas ocasiones, nuestro propio límite.