Los cuentos tradicionales del rico folclore hebreo abundan en historias sobrenaturales, ingeniosas, y aleccionadoras, humorísticas... pero todas ellas rebosantes siempre de valores morales. Así, por ejemplo, en El grano de granada un pobre zapatero se vale de la astucia y la inteligencia para salvar la propia vida y denunciar implícitamente la corrupción e hipocresía de los poderosos. La sagacidad le resulta también muy útil al pícaro Hershele de Ostropol para censurar y mofarse de la tacañería del tendero Yankel en La copa sin copita. Con un ingenio similar al de Hershele castiga el rabino de Marrakech, en El precio de un aroma, la codicia de un panadero que exige cobrar hasta por el delicioso olor que desprenden sus hogazas. El humor, en fin, es el. verdadero protagonista de La ciudad de los tontos, una población habitada por simples cuya delirante lógica desconcierta y hace reír al lector. En unos cuentos u otros refulgen valores como la generosidad, la sabiduría, la tradición, la gratitud, y en todos ellos la virtud encuentra siempre su merecida recompensa.