Son la mentira reluciente y sedosa, la falacia amable, la mentira patriótica del historiador, la mentira previsora del político, la mentira ferviente del entusiasta, la mentira piadosa del amigo, y la mentira descuidada que cada cual se cuenta a sí mismo, las que arrojan ese velo negro de misterio sobre la humanidad que hace que demos gracias al primero que lo rasga, como daríamos gracias a quien cavara un pozo en un desierto.