"Las palabras atraviesan la piel. Oiga, compadre. Atraviesan el saco, la membrana. Qué hora de almuerzo ni merienda. Atraviesan el líquido amniótico. Mire, arranque pal hospital, que mi mujer no va a parir en la calle. Y llegan a tus oídos, aún protegidos, o casi, contra las inclemencias sonoras del mundo. Después son las curvas, los temblores, escalofríos, frenazos y acelerones del taxi. No es tu primera lección de inercia aplicada, pero sí la más enérgica..."