Marita cerraba los ojos y escuchaba el sonido del viento contra las ramas, el aleteo de los diversos pájaros, el sonido de los frutos al caer... todo era música en su cabeza y se imaginaba con los brazos extendidos como un halcón con sus alas abiertas. Movía y giraba su cuerto, abría sus alas y las volvía a cerrar.