Las piedras nunca mienten, a mí no. Deje que mi mirada vagara sobre ellas de nuevo, se me aceleró el corazón. -Qué ves? -La voz de Jorrund sonó pesada cuando por fin habló. Clavé la vista en él, el peso del silencio en aquella calurosa habitación me aplastó hasta que me resultó difícil respirar. -No pasa nada, Tova -dijo con suavidad-. ¿Qué le depara el futuro a los Svell? Dirigí la mirada al jefe, que no apartaba la vista del fuego, sus ojos tan vacíos como la noche en que murió su hija.