Hablar de “La Gran Verdad de la Vida”, cuando la gran arca de la sabiduría ha sido enterrada hace cientos de años, y cuando la humanidad en general está embebida, enloquecida es la palabra, en una civilización ahogada en las superficialidades, en las cosas, en el superconsumo, en el dinero, en las riquezas, en los lujos, en la opulencia… y sobre todo, en las estulticias del mundo. Es decir, a mil años luz de la gran verdad de la vida. No podía cruzarme de brazos, como orientador y maestro de la humanidad, al ver tanta distancia de la realidad de la vida, y viendo marchar a miles y millones de personas por la senda equivocada, en medio de tanta superficialidad y banalidad, cuando sí subleváramos la conciencia y educáramos el corazón, podríamos descubrir fácilmente la verdad, quitándonos las vendas del alma y de los ojos, y proyectándonos al infinito y a la inmortalidad como debe de ser. Y el hombre de bien no espera nunca que la verdad lo busque, cuando su conciencia le dice que es él, solamente él, el que debe encontrarla. O como dijo el filósofo griego Eurípides: “El hombre no vive sólo de pan, sino de la verdad.” Vayan pues, estas pocas reflexiones e inquietudes que nos ayudarán a descubrir la verdad por nosotros mismos. Y no olvidemos tampoco, lo que dijo Bernard Shaw: “Todas las verdades comienzan con blasfemia.” Y ya sabemos que una parte de la verdad está en el corazón, otra en el alma, otra en el intelecto… y otra en la memoria del pasado, del futuro y del infinito. Para obtener la verdad debemos juntar todas esas partes y algunas partículas más, como lo ha afirmado José Colombia.