Hay algo detrás de las palabras, lo sabemos aunque sea un silencio: es la materia, nuestro peso en el mundo y el tacto necesario a la existencia. Nada de memorias futuras construidas para contener la identidad o perpetuar la ideología de la evidencia: los significantes están en los volúmenes del mundo y queremos decirlos para no ser noqueados por la perplejidad. Escribir es cincelar los límites entre el vacío y lo esculpido, es incorporar silencios. El escultor devora vacíos y silencios. Así la poesía nutre entrañas de disidentes y saboteadores o artistas. Y en estas lindes sin inefables éteres hay diálogo y geometría, vida que a la vida sigue en el juicio del tiempo.