La última querida

Juan G. Olmedilla · UNKNOWN

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Reseña del libro

LA ÚLTIMA QUERIDACAPÍTULO IVA Toni Ramírez le dio mala espina, ya a solas con la eventual cónyugue, sentir bajo sus dedos, en el primer abrazo, cierto exceso de ropas interiores. Palpaban sus manos demasiadas faldas, para que debajo se resguardase un cuerpo tan maravilloso como había imaginado: bien formado, apretada la carne; ágil, armónico, pulcro. Sobre todo, pulcro. La sensibilidad de Toni, masculina, pero aseada, permanecía muda ante un cuerpo de mujer que no trascendiese a limpieza, a baño diario, a prendas íntimas renovadas diariamente."María" llevaba un traje de levita, color de topo, que hacía más esbelta su figura, un poco exuberante para sus años. De pie, ante el espejo del armario, desprendía con mano gordozuela y enjoyada la valona blanca, que le daba un aire desenfadado y amazonesco de sastra madrileña. Despojada de aquella prenda accesoria, la garganta femínea se ofreció a los ojos de Toni en todo su esplendor.Toni, que distraía sus labios besando la nuca de la hembra mientras ésta desembarazaba su pecho de corazas, vio en el espejo reflejado el busto desnudo de su presa, y ya no quiso ni pudo esperar a conocer el resto para comenzar a rendirle la pleitesía de su admiración y de sus caricias. La volvió hacia sí, y tomándola por los hombros, la empujó, a medio vestir -semidesnuda, mejor dicho- sobre una otomana.-¡Déjame que bese esa gloria! -suplicó imperativo.-Bueno, "hijito"; pero aguarda un momento, y me desnudo del todo.-No, no; ahora mismo. Sorpresas como la que acabas de darme se pagan en el acto.-¿Sorpresa, has dicho? ¿Es que no me imaginabas "así"? -preguntó alagada y risueña la meretriz vergonzante.Pero Toni no pudo darle contestación inmediata.De rodillas en el suelo, junto al cuerpo casi horizontal de "María", Toni Ramírez recorría lentamente, en muda cara v ana de besos, el desierto moreno de la garganta prodigiosa.En verdad que eso parecía el viaje silencioso de toda su ansiedad amorosa, hecha sed de fuego en sus labios: la travesía de un cálido Sá hara de carne, desde un oasis -la boca- donde maduran las fresas de los labios dulcísimos, abrevando junto a una cisterna deliciosa - el hoyo de la barbilla- hasta demorarse en lo alto de dos colinas perfectamente redondas e iguales, solitarias y altivas, coronadas por sendos bosquecillos de moras -los pechos-. (No prosigamos el "raid" hacia el ...Africa del sur, porque ya habrá tiempo de todo, y Toni en esta primera salida no ha pasado de las dos susodichas villas coronadas.)Ahora, por fin, responde a la pregunta de su amiga:-Sí, chica. Como...la verdad, estás de buen año, no pensé que tuvieses un pecho tan alto, tan firme, tan duro, tan...bien puesto, en una palabra. Ha sido una sabrosa sorpresa. La única que ya podrás darme; porque lo demás estoy seguro de que es proporcionado a tu cara, a tus pechitos, a tus muñecas, a tus tobillos, al garbo de toda tú, gitana..."Lo demás" en el lenguaje de Toni, eran unos hombros de suaves curvas, unos brazos de torneado impecable, una espalda de blandas ondulaciones y surcos propicios a la caricia perezosa de la lengua, que gusta de arrastrarse por ellos como la serpiente por el cauce seco de los arroyos...

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