Las democracias liberales comparten la entronización de la libertad de expresión como valor fundamental del sistema político. Sin embargo, no todos los que afirman este valor coinciden en su contenido y alcances. Nuestra comprensión acerca del significado de la libertad de expresión y las responsabilidades estatales necesarias para asegurar su goce varía en función de la teoría que justifique y sustente esa libertad. En el debate jurídico y filosófico, dos familias teóricas se han enfrentado por su justificación: una la entiende como expresión de la autonomía de las personas y otra la comprende como una precondición de la democracia. Estas ideas se ven forzadas a enfrentar un nuevo desafío, el surgimiento de los fenómenos asociados a la era digital.