La primera aparición de este estudio, seis años después de generalizarse en todo el continente el movimiento indigenista encabezado por México, redescubrió que en las venas de nuestra porción de América corría no sólo sangre nativa, junto con la herencia blanca que llegó con los conquistadores europeos, sino también la importada de una parte de África. Ese testimonio que Gonzalo Aguirre Beltrán revivió en México abrió nuevos horizontes a la investigación antropológica.