Anna, Francesco y Domenico, los tres pequeños vagabundos entregados por su madre a un negociante que los llevó por toda Italia pidiendo limosna, realmente existieron de hecho, todavía existen chicos como ellos. Todavía ha familias que no saben cómo alimentar a sus niños. Hay niños cuya única escuela ha sido la calle: es una escuela dura, terrible... Alguno de estos chicos quedó arruinado: no se vive en la calle sin ensuciarse con barro. Alguno de ellos se convirtió en un pequeño ladrón, o peor. Pero otros caminaron sin ensuciarse, permanecieron buenos y se convirtieron en chicos fuertes y valientes. Con esta historia no he querido contarles aventuras increíbles, sino la historia de cómo Anna, Francesco y Domenico se hicieron fuertes, cómo ellos, día a día, se convirtieron en humanos. Ciertamente, las aventuras de piratas son más coloridas y fascinantes, pero la aventura de convertirse en humano es más bella, porque es más verdadera.