El campo argentino y la cúpula empresarial agropecuaria ya no pueden entenderse ni discutirse recurriendo a denominaciones como “vieja elite terrateniente” o rentista, o atendiendo al rol de organizaciones tradicionales como la Sociedad Rural. En los últimos cincuenta años se produjo y se consolidó un proceso de transformación profunda, que reconfiguró los rasgos de la burguesía agraria y también el modo en que se piensa a sí misma y piensa su rol en el desarrollo del país.