Los ensayos manejan ideas, las novelas personajes. Los mitos describen ánimos, sentimientos recurrentes de la vida. En contraste con prosas que prescinden de imágenes y música, el discurso mítico cuenta nuestra historia desde la historia de otros, con un procedimiento parecido al juego de las muñecas rusas. Propio y ajeno, dentro y fuera, ayer y mañana pierden así su recíproca extrañeza: lo particular de cada caso expresa también algo constante y general. Las páginas siguientes rememoran cuatro leyendas que podrían decirse ocho, pues los mitos de Ishtar, Hera, Deyanira y María son también los de Gilgamesh, Zeus, Hércules y José. Sucesivas en el tiempo, mediterráneas en sentido amplio, iluminan modos distintos de asumir el destino varón y el destino hembra. Cabría añadir que exponen etapas de una larga guerra, repleta de equívocos, con razones y cláusulas para divertidos armisticios.