El lector que se enfrente con los libros de Cela Trulock no debe ir con una actitud premeditada. Ni el título, ni siquiera las palabras del texto le deben influir. El lector deberá dejarse ir sobre las palabras, casi levitando suavemente por encima de ellas. En un vuelo estético. Casi sin darse cuenta. La palabra, las palab ras le irán llegando, le irán entrando hasta el corazón; el corazón, que no es más que