Sin duda para conocer los parajes frecuentados por su amigo el pintor Friedrich y tantas veces representados en sus cuadros, Carl Gustav Carus viaja la isla de Rügen en 1819 y recoge de este viaje ciertas visiones de la naturaleza. Su relato consigue comunicar lo esencial de estos efectos al lector de hoy, que siente como algo muy próximo y actual las preocupaciones y los anhelos de Carus y de los grandes espíritus románticos.