Reseña del libro "La romántica viciosa"
LA ROMÁNTICA VICIOSACAPÍTULO I¡Pero qué importancia daban a ciertas cosas la gente! Bien que la humanidad, con objeto de no extinguirse, buscara por todos los medios la aproximación del hombre y la mujer; pero de esto a desvivirse en tal sentido, había un mundo de distanciaPensando así, levantó la tapa del piano, retiró la tira de terciopelo verde, con flores amarillas, y comenzó a tocar una polonesa melancólica.Sí; una muchacha preciosísima y muy joven. No creáis que se trata de un fantasma. Adelita Romero; esa deliciosísima rubia, de ojos negros, que habréis visto tantas veces asomada al balcón en aquella moderna casa de la calle Carranza. ¡Ah! ¿La conocéis? Ya lo sabía yo. ¿Quién no ha visto en Viena o en el Real Cinema a Adelita Romero, con su tía y su hermana Purita, ese otro angelito rubio, pero con los ojos más azules que los sueños de una novicia?.Pues así piensa la encantadora Adela; y no creáis que sea orgullosa, ni que sus pretensiones sean tales que desdeñe a los muchachos que la siguieron por peseta más o menos. No; Adela no ha sentido ese tan cacareado escalofrío, ni ese ansia de amor de las muchachas de su edad; se entrega en cuerpo y alma a la música, su pasión favorita, y entre las sonatas y las obras de concierto se pasa las horas del día.Su hermana, por el contrario, perece por unos pantalones, y tiene cada mirada que desmedula, como tengo entendido califican a esa fijeza hipnótica con que ciertas tobilleras, y algunas jamonas, lanzan en tales polos de la vida. Unas, porque la curiosidad las arrastra hacia lo desconocido; otras, porque el pasado les susurra al oído las añoranzas de aquellos pecados que sólo se cometen en comandita.Pura es un diablejo, rosa de dieciséis añitos capaz de sacar de sus casillas a un cartujo. Adela es de una frialdad de esfinge, sin dejar de ser francamente simpática.Van juntas al Conservatorio, y, por el camino, a cada momento se entabla el mismo diálogo:-¡Pero chiquilla, no seas así!- reprende Adela, que sólo le lleva dos años.-Si creerás que soy tan tonta como tú -responde Pura.-Te comes a los chicos con los ojos.-Para eso están.-¡Muchacha, no te roces así!-No, si te parece, iré escurriéndome como una lombriz.-No, pero ladéate un poco cuando pasen los albañiles.-¡Qué gracia! Ni que se derritieran.De esta manera, con regaños de la una, pícaras contestaciones de la otra y, sobre todo a la vuelta, escoltadas por un pelotón de desocupados, hacen el trayecto de su casa al Conservatorio y viceversa. Molesta Adela, encantada Pura.En los exámenes, las notas de Adela, sobresalientes siempre; Pura aprueba, pero de ahí no pasa. No le digáis a la primera que os toque un vals, un tango o un paso doble; se reirá de vosotros y no os hará caso. Es más, seguro estoy que no sabrá tocarlo bien. Pedirle, el cambio, que interprete la quinta sinfonía de Beethoven, el "presto" de Mendelson o una difícil rapsodia, y sus ojos negros, os sonreirán, y amable y decidida, con sin igual maestría, os transportará al séptimo cielo.
