Reseña del libro "Una Mujer sin más Allá"
Ellas eran chicas de ciudad, coquetas, perras, zorras, maniquíes en vidrieras, prostitutas. Ella es la chica del campo, cuya cercanía lo despierta, única; es “una mujer en sí misma, y sin más allá”. ¿Con qué amor la habrá amado el joven filósofo Ferdinand Alquié? Jacques Lacan se dedica a reducir su obsesión por ella: le hace llegar a su amigo, que se ha ido lejos a buscarla, una carta muy conmovedora a la que adjunta el único poema que escribió alguna vez.
Única, como también lo es Ariadna en su acoplamiento con Dionisos. Nietzsche traza su retrato: libre, sabe qué hacer con su hilo, domeñar el goce excesivo que padece su amante; recibe ese don en su carne, lo apacigua; ella lo sabe, ese verdugo es también un mendigo al que acoge volviéndose su prisionera, mujer sin más allá. Así lo ama. Hallaremos aquí una nueva confirmación: no hay otra casuística psicoanalítica más que la innovadora, nunca estabilizada, y que por esa misma razón invita al ejercicio del análisis a transformarse, para que también corresponda con su tiempo –época en que la muerte de Dios y de los dioses hace posible una reconfiguración de la erótica.
J. A.